El desfase cultural: segunda parte

El desfase cultural: segunda parte  


“El desfase cultural”

Segunda parte:


“Sobre tostadas y notaries”

Por Mark E. Brenner


Un análisis de los malentendidos culturales y las posibles soluciones para empresarios y consumidores


Publicado por primera vez en La Opinión el 12 de febrero, 2002


Recuerdo con cierto rubor la vez que me invitaron unos amigos a desayunar en la ciudad de México. Nunca he sido de comer mucho por la mañana y, recordando mi época de estudiante en Madrid, pedí café con leche y una tostada, porque así se pide el “pan tostado” en España. Después de un largo silencio el mesero me preguntó si las quería de pollo, de carne adobada o de ceviche. Sin darme cuenta de la situación, contesté que las quería “sencillas.” Al rato volvió a la mesa con mi pedido: una tortilla de maíz, tostada con frijoles y queso encima. Me la comí rápidamente para que el crujiente sonido de la tortilla entre los dientes ocultara las carcajadas burladoras de mis contertulios.


Pero no todos los malentendidos terminan en risotadas. A demás de choques “gastronómicos,” cabe mencionar un roce cultural importante que afecta a muchas personas. Se trata de la diferencia entre el papel que desempeña un notario público en Estados Unidos, y la función que tiene en un país hispano. Esta diferencia ha dado lugar a serios malentendidos resultando en problemas irreversibles para el consumidor y comerciante hispanohablante.


Para empezar, la confusión nace de una realidad lingüística. En inglés y español, existen “palabras afines,” voces que se parecen en los dos idiomas y que tienen el mismo significado. Por ejemplo, pirámide es igual que pyramid, como lo son constitución y constitution, y protestar y to protest. 


Pero también existen expresiones que se parecen en lo escrito pero representan dos conceptos totalmente diferentes. Estar embarazada no es lo mismo que to be embarrased, molestar no tiene nada que ver con to molest, y asistir no significa to assist en inglés. 


Estas son “falsas palabras afines” y el término “notario público” es una de ellas ya que crea la impresión errónea de que la persona que lo usa es abogado o provee los mismos servicios que un abogado. Hay personas que se aprovechan de esta confusión para hacer creer a sus clientes que están recibiendo los servicios de un abogado.


En los países de habla hispana la profesión de ”notario público” es el puesto más alto de la administración a donde se llega por un examen competitivo. Según el Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia (Porrúa, 1979), el notario en México es un “funcionario público autorizado para dar fe conforme a las leyes, de los contratos y demás actos extrajudiciales.” Generalmente el notario se ha doctorado en leyes y es común encontrar a abogados trabajando para la notaria. Los notarios, cobran unos honorarios sustanciales y su número en cada localidad está limitado por el gobierno.


Es de esperar, entonces, que las personas de cultura hispana que residen en este país acudan a veces a un notario público para redactar un contrato, vender una propiedad o preparar un testamento. Los patrones culturales de su país de origen no se olvidan fácilmente y cuando ven la palabra “notario público” escrita en la puerta de una oficina, es natural que concluyan que la persona que lo usa tiene la misma preparación que los notarios que existen en su país. Pero no es así.


La función de un notario en Estados Unidos tiene poco que ver con la de los notarios que ejercen al sur del Río Grande. Un notario aquí también da fe, pero es la única semejanza que existe con las funciones del notario en los países hispanos. El notario de aquí sólo da fe de que la firma de una persona en un documento es auténtica. También garantiza que los firmantes entienden el contenido del documento y que lo firman voluntariamente. Por este servicio el notario no puede cobrar más de diez dólares por firma.


A diferencia de los países hispanos, el notario aquí no es responsable por el contenido del documento en que aparece la firma notariada. Como consecuencia, en todos los estados está prohibido que redacte documentos legales, como contratos, y testamentos, o dar consejo sobre asuntos legales, a menos que sea además abogado. El notario en EE.UU. no puede representar a otra persona en los tribunales y no puede aconsejar a nadie sobre leyes de inmigración o bancarrota.


En pocas palabras, un notario público en Estados Unidos es un testigo oficial.


Para volverse notario en EE.UU. no hay que haber estudiado una carrera específica ni haber tenido experiencia en el sector de leyes. Si el solicitante tiene por lo menos 18 años y carece de antecedentes penales, se le concede la licencia de notario después de aprobar un breve examen y pagar una modesta cuota.


La confusión entre la función del notario en las dos culturas y los problemas que causa ha llegado a tal extremo que se han promulgado leyes para proteger al consumidor hispano de posibles engaños. Por ejemplo, en California, está prohibido usar en español el título “notario público” o “notario“ en los anuncios, las tarjetas y los rótulos. De esta manera hay menos posibilidad de que el consumidor hispano lo confunda con un notario como el que existe en su país.



Así que, ya sabe, querido lector, aunque un plato se llama igual en dos países, puede resultar muy diferente. De igual manera sólo porque dos expresiones se parecen, no quiere decir que significan lo mismo en dos culturas. Así es con los notarios. No se deje engañar por nadie que dice que es notario y que le quiera cobrar más de diez dólares por sus servicios. Puede ser un engaño.

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